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Elementales

En opinión de Paracelso (1493-1541), Dios había creado a estos seres para que custodiasen los cuator elementos, que eran los tesoros del mundo y corrían peligro de ser destruidos o robados por los humanos si no recibían adecuada protección.

Aunque los elementales se parezcan a los seres humanos en su aspecto físico, se diferencian de éstos en que carecen de almas inmortales. Cuando mueren, los elementales se disuelven en el elemento del que están compuestos. 

Sílfide

Las sílfides eran los elementos del aire y los vientos. Parecen jovencitas hermosas, vitales y estilizadas, aunque ligeramente más pequeñas que las mujeres humanas. Su humor y temperamento cambian constantemente, lo que las convierte en criaturas en las que no se puede confiar.

 

Si bien su elemento nativo es el aire, se dice que las sílfides viven en las cimas montañosas. El escritor Manly P. Hall (1901-1990) sugiere en The Secret Teachings of All Ages que su función consiste en modelar las fantásticas formas de los copos de nieve y reunir a las nubes. Para lograrlo, las sílfides requiere la colaboración de las ondinas, que aportan la humedad necesaria. Hall también especula con que las musas griegas eran sílfides que se reunían en el aire alrededor de un artista, ofreciéndole inspiración con su magnífica comprensión de la belleza y la obra de la naturaleza.

Gnomo

Los elementales de la tierra, según Paracelso, son los gnomos que viven en cavernas y otros espacios subterráneos. Se trata de grotescas criaturas de entre 30 y 45 cm de estatura que, prácticamente en su mayoría, parecen ancianos de larga barba blanca, vientres prominentes y que suelen vestir de verde o marrón rojizo.

Puesto que la tierra es su elemento nativo, los gnomos salen fácilmente de los orificios formados en los tocones de los árboles y pueden desaparecer disolviéndose en un árbol o en la tierra. Algunas comunidades de gnomos viven en vastos palacios subterráneos construidos en alabastro y mármol bajo el mandato de su rey, cuyo nombre es Gob.

Los gnomos custodian los tesoros de la tierra, incluyendo los minerales, los metales y las piedras preciosas. Su tarea consiste en cortar los cristales para que se conviertan en rocas y en formar vetas en los minerales.

Salamandra

El elemental del fuego era la salamandra, una criatura delgada de color rojo y piel seca -como una voluta de fuego-, de carácter iracundo. Otras fuentes, incluyendo a Plinio el Viejo, describían a las salamandras como seres similares a las lagartijas, con piel escamosa y de unos 30 cm de largo.

Según las creencias medievales, las salamandras resultaban esenciales para la existencia del fuego; sin ellas era imposible que una cerilla o una piedra provocaran una chispa. El artista y científico renacentista Leonardo da Vinci escribió que las salamandras se alimentaban de fuego.

El vínculo entre las salamandras y el fuego es muy antiguo. Un pasaje del Talmud judío asegura que la salamandra es producida por el fuego y que quien sea rociado con su sangre es inmune a las quemaduras. Esta creencia puede haberse originado en el hecho de que, cuando se quema un tronco y las lagartijas reales conocidas como salamandras han estado hibernando en su interior, los animales salen al exterior sin mostrar signos de quemaduras.

Ondina

Las ondinas, hermosas elementales del agua, tenían el aspecto físico de mujeres, aunque en ocasiones podían adoptar forma de pez o de serpiente, según Paracelso. Las ondinas poseen piel suave y fría, y cuentan con hermosas voces que pueden ser oídas por encima del sonido de una cascada. Al igual que las sirenas y otros espíritus del agua, viven en lagos, estanques y arroyos inmersos en los bosques.

Las ondinas, al igual que las sirenas, pueden adoptar una forma completamente humana para contraer matrimonio con un hombre. En algunos relatos se encuentran motivadas a hacerlo por su deseo de obtener un alma humana; sin embargo, se muestran notablemente vengativas frente al amante humano que las traiciona. Un mito alemán cuenta la historia de una ondina que encuentra a un caballero que, después de haber jurado serle fiel todos los días de su vida, yace dormido en los brazos de otra mujer. En venganza, la criatura lo maldice con un castigo sublime: si vuelve a quedarse dormido, perderá el aliento y morirá.

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